martes, 9 de junio de 2009

feeling kinky

Ya sé que ya pasó casi una semana y que hay una cosa llamada timing. Pero aquí está mi crónica del concierto de Kinky. Y una foto al final para presumir. Examenes acaban el 13 y continuaré la serie noventera y les contaré algo maravilloso y algo no tan maravillloso que me sucedió


Empezaron con Hasta quemarnos. El público enseguida cantó y brincó al ritmo de la pegajosa tonada. Eran casi las once de la noche y muchas cosas habían salido mal. Pero unas cuantas notas musicales y la incomparable presencia escénica de Kinky cambiaron los ánimos.

Apenas una media hora antes el auditorio de la Inalámbrica estaba casi vacío, no se proyectó publicidad ya pagada; Télesis, grupo local anunciado como telonero, no tocó y los DJ RED y Bodrox, del Red Room, tocaron demasiado. Circulaban rumores de que Kinky no iría a la afer party ya programada y pagada. El tiempo de espera se hacía eterno. Más, si contamos que era un concierto pospuesto dos veces. Pero Hasta quemarnos puso a bailar a los asistentes y sólo eso importó.

La agitación colectiva del viernes 5 de junio siguió con Mexican Radio, un cóver de Wall of Vodoo que demuestra cómo algunas bandas pueden hacer suyas canciones al agregarles sus propios sonidos e influencias. Gilberto Cerezo, el vocalista, se movió por todo el escenario, incitando a los presentes a alzar las manos y gritar. “I’m on a Mexican uuooo radio oh oh” resonó por toda la Inalámbrica.

Cerezo tuvo que quitarse la bufanda con la que inició el concierto, porque el calor no disminuyó al avanzar la noche. Sin embargo, eso no impidió que los integrantes de la banda hicieran gala de sus dotes de showmen. El bajista César Pliego fue definido en una reseña como el “inexplicable Vaquero-Bufón”. Y lo es, con sus botas y su sombrero, bailando, deslizándose por un escenario que le pertenece. De vez en cuando se acercaba a la batería de Omar Góngora, o se plantaba en el proscenio, arrancando gritos del público mayormente femenino.

Kinky se divertía, no tomó a mal que tan sólo llenó la mitad de la explanada y una tercera parte de las gradas de La Inalámbrica. Por el contrario, ofreció un concierto casi íntimo, lleno de energía y diálogo. “¿Qué quiere que le cante?”, preguntó Gilberto con el inicio de Cornman. “Lo que quieras”, gritó alguien en la audiencia. El grupo se rió hasta de los dos o tres pequeños errores musicales. Se miraron todos con complicidad y continuaron cuando Gilberto confundió una letra.

En Soun tha mi primer amor, uno de sus primeros éxitos, Cerezo se deshizo de la guitarra y tomó una trompeta, demostrando los sonidos eléctricos y rockeros fusionados con mexicanos que caracterizan a la banda norteña y que la han llevado a tours tanto por el país como por Estados Unidos y Europa con bandas como CAKE, Flaming Lips y Modest Mouse.

Mientras, gráficos en perfecta coordinación con la música se veían en una pantalla gigante. Durante Más aparecieron objetos, billetes: “vamos queriendo más y más”, ocasión perfecta para el lucimiento de Carlos Cháirez en la guitarra, el menos llamativo de los cinco, aunque no por eso menos talentoso.
Con Mirando de lado se intentó una coreografía (“Se comienza por girar la cabeza 45 grados
como si se apoyase sobre uno de sus hombros”) pero pocos la siguieron, aunque corearon la canción como gritaron al ritmo de Avión, Por la boca y una línea de luz, algunos ya con una botella de agua de 15 pesos o con un vaso de cerveza de 20 en la mano.

Nadie parecía ajeno a lo que sucedía en el escenario, a los brincos de Ulises Lozano, quien con su look de dandy (lentes de ver extra grandes, chaleco y camisa blanca de marga larga) alternaba entre los teclados y el acordeón, a los alardes de César ni a la coquetería de Cerezo. Las mujeres gritaban ante cualquier comentario de uno o movimiento de otro. Como un extra, Gilberto jugaba con una cámara instalada junto a su micrófono. Otra cámara, en la batería, permitió apreciar la precisión de Omar.

Y fue precisamente con Coqueta que cerraron. Entre ocasionales corrientes de olor a mariguana y ligero intercambio de sudor, el concierto llegaba a su fin. Cerezo se despidió de Mérida, dio las gracias por asistir al primer concierto de la banda en la ciudad, y cantó “me gustas por coqueta y altanera…”, un cóver de la mexicanísima banda Intocable.

Pero tras unos minutos del clásico grito “otra, otra”, cerca de las 12: 30 am Kinky estaba de regreso para ofrecer dos clásicos que no podían faltar. Presidente se acompañó con imágenes de Carlos Salinas, Fox y Bush en la pantalla, y con la eterna duda “¿de qué color es nuestro presidente?”. Y para concluir, ahora sí definitivamente, “¿a dónde van los muertos”, una pregunta existencial que sólo Kinky logra hacer bailable y energética.


la de la extrema derecha (ja!) soy yo, sonriendo como pendeja con mis amigas en el after, del cual les cuento en otra ocasión...

2 comentarios:

Juan Camilo Rodríguez Pira dijo...

Tan pronto leí "feeling kinky" dije "uy, se puso confesional" y, no sé si para mejor o no, resultaste contando otra cosa.
Mira que durante un buen tiempo estuve buscando cosas de ellos para bajar en internet y sólo conseguí un par de discos: "Kinky" y "Atlas". ¿Será que tú sabes dónde puedo conseguir más cosas o me puedes mandar algo?

María José dijo...

jajaja funcionó el título entonces :)

puedes bajar música kinky en http://al3maniac.blogspot.com/2008/01/discografia-de-kinky-y-sussie-4.html

y en http://musiteka.net/