domingo, 21 de marzo de 2010

Dos de policías

Mérida es una ciudad de la que sus habitantes dicen muchas cosas, pero no creo que nadie diga que le faltan historias.

Mi papá es una persona de la cual se pueden decir muchas cosas. Tal vez no muchos digan que le gusta contar historias, tal vez digan que eso nos lo deja a mí o a mi madre. Pero yo sé que le gusta. Sobre todo si esas historias involucran la ciudad que lo vio nacer, de la que nunca se cansa.

Los policías son unos personajes de los cuales uno dice muchas cosas. Las historias van casi siempre acompañadas de insultos y peyorativos. A veces de dinero que intercambia manos o de discusiones sobre la constitucionalidad de los retenes. Pero pocas veces dice uno algo que tenga que ver con la ausencia de patrullas.

Qué suerte que me tienen a mí. Yo les voy a contar dos historias que contó mi papá sobre policías sin patrulla en la Mérida de los setentas. Qué suerte, de verdad.

Primero tenemos que situarnos en el tiempo y el espacio. Esto es una Mérida que acababa en la Campestre, donde los jóvenes jugaban arrancones en las noches porque no había nada en la tele, ni existía internet ni vendían productos Marinela. Ya? OK...

Uno de los lugares preferidos para dichos arrancones era, por supuesto, Prolongación Montejo (porque ni siquera había muchos lugares para escoger...) . Los jóvenes eran bien rebeldes y la autoridad tenía que hacer algo. Entonces recurrieron a la solución más fácil, práctica y, estoy segura, efectiva.

Todas las noches, una grúa llevaba una patrulla inservible a la esquina donde ahora está Chedraui, frente al Monumento a la Bandera. Ahí se sentaban dos guardianes de la ley, con sus uniformes y su cara de malotes. Pasaban toda la noche así, sin quitar la cara de malotes, que era su única arma; además de la autoridad de los uniformes y la patrulla inservible, claro está. Una vez llegada la madrugada, la grúa volvía por ellos.

Imagino el momento en el que a alguien se le ocurrió esta grandiosa idea. Y realmente no tengo palabras para describir lo grandiosa que es.

Pero estos no eran los únicos polícias con problemas de locomoción. En el Roger's había un agente gordo gigantesco (que a veces también trabajaba en la papelería de mi abuelo, pero esa es otra historia, que deberá ser contada en otra ocasión) cuya misión era asegurarse de que los estudiantes no comieran muchos charritos y que nadie los atropellara. Esto, obviamente, no ameritaba la posesión de un vehículo.

Hasta que un día sí fue necesario. Un día que un automovilista pasó, por segunda o tercera vez en un corto tiempo, muy rápido por la avenida, poniendo en peligro la vida de los jóvenes a cargo de El Gordo (o La Mole o un apodo así que no recuerdo...en los setentas todos tenían apodos).

Y ¿Qué hace un policía cuando no tiene los medios para defender a la población? Pues se sube a al destartalado Vocho de uno de los estudiantes y le dice : "¡¡SÍGUE A ESE LOCO!!!"

Por favor, traten de imaginar tener 17 años y un vocho. Y ser hombre. Y que un policía gigantesco les pida que sígan a toda velocidad a otro auto. De verdad me hubiera gustado estar ahí.

Así termina nuestra lección de historia. La moraleja es, obviamente, que las autoridades siempre toman las mejores decisiones y no hay que cuestionarlas nunca.

6 comentarios:

Dege dijo...

Ahora que mencionas lo de Campestre, me impresiona que en el 2010 sigan habiendo cabrones que van al súper C y C y se ponen a fumar apoyados en sus coches durante horas, y llegan otros, y toman coca y no sé qué y todo su lenguaje corporal dice I RULE CAUSE I'M THE COOLEST JERK O' TOWN

María José dijo...

JAJAJA verdad? es como de pueblito de EUA donde los adolescentes van al wal Mart a ser cool (ESPERA, también hicimos eso en Wendy's!!!)

No sé por qué la gente dice q Mérida es aburrida !

m. Isaac. V.R. dijo...

...lo dicen (decimos) porque Mérida es aburrida con sus bares caros y sus ambientes predecibles, sus policías ojetes y sus historias regionalistas.

Como decía Albert Pla "un policía muerto, siempre será un policía menos". Jeje.

Carlos dijo...

jajaja en los ochentas, noventas y oughts todos todavía tienen apodos. VEME A MÍ MARÍA JOSÉ!

Albany dijo...

HAHAHAHAHA por dios. La historias de gordos me dan mucha risa, especialmente si les dicen "la mole" (Dios me castigara con hijos obesos) Te quierooooo! Me gusta como escribes y jamas lo negaré.

Dege dijo...

Me encantó lo de los productos marinela. Típico que estás en tu casa aburrido y vas al oxxo por unos chocorroles. Te pones unas fachas medio fashion, caminas, te da el aire, entras al oxxo, te encuentras a medio vecindario, y regresas a tu casa como si fueras Marco Polo regresando de la China. Y pensar que hace treinta años eso NO existía, es un gran shock cultural. Sobre todo porque si te dicen que no puedes hacer eso, pues dices "ah me quedo en mi casa en internet o en la tel"... Pues eso TAMPOCO existía. "Okay, me acuesto en mi cama a escuchar música" Uy chavo, menos "juego con mi gameboy" NADA de eso.

Lo cuál nos lleva a una gran interrogante ¿qué hacía la juventud en sus ratos de ocio? Todo un tema de debate científico... algún día haré una investigación seria al respecto con fondos de alguna universidad.